Bueno, la cosa está así. Como muchos y muchas de ustedes saben, la historia de la Iglesia Católica está llena de sorpresas, pero hasta hoy, ninguna ha incluido a Costa Rica enla lista de países con un cardenal. Ni una sola vez. En más de quinientos años, ningún costarricense ha sido nombrado cardenal, y mucho menos considerado para el pontificado. Aun así, hagamos el ejercicio: ¿qué tendría que ocurrir para que un tico llegue a ser Papa?
1. El perfil mínimo: hombre, católico, y con vocación clerical
La posibilidad, aunque bastante complicada, no es nula. Digamos, técnicamente, cualquier varón católico bautizado podría ser elegido Papa. En la práctica, todos han sido cardenales. Y para llegar ahí, primero hay que ser sacerdote, luego obispo, y eventualmente cardenal. Es decir, cumplir con toda la carrera eclesiástica, sin errores, sin escándalos (opcional), y con aliados en los lugares correctos (VITAL).
2. Formación Romana (opcional (mentira))
Estudiar en Roma —preferiblemente en universidades como la Gregoriana o el Angelicum— no es obligatorio, pero sí casi una regla no escrita. Los futuros cardenales, por lo general, suelen pulirse allá, en un entorno donde se tejen relaciones diplomáticas (sí, efectivamente, también es una decisión política), se afila la oratoria teológica y se entrena la discreción. Los estudios nacionales pueden formar buenos curas, pero no garantizan visibilidad internacional. Y la visibilidad, en el Vaticano, lo es todo.
3. El peso geopolítico: la parte que no depende de ustedes
Costa Rica tiene muchas virtudes, pero el peso geopolítico en la Iglesia no es una de ellas. Mientras países como Brasil, México o incluso Nicaragua han tenido cardenales nombrados a lo largo de su historia, a Costa Rica la han dejado en visto. ¿Por qué? Porque el Vaticano suele nombrar cardenales en lugares donde necesita reforzar su influencia, resolver conflictos o premiar trayectorias de alta exposición internacional. Y puesss, aparentemente, la neutralidad tica no es suficiente. Aunque muy posiblemente se deba a que la iglesia en Costa Rica, aunque constitucional e influyente, no representa mucho para millones de personas, como sí la de otros países.
4. El jefe final: Ser cardenal
Entrar al Colegio Cardenalicio es el punto de inflexión. Solo los cardenales menores de 80 años pueden votar —y ser votados— en un cónclave. Sin ese título, no hay posibilidad. Y aquí está el detalle: ningún costarricense ha sido cardenal jamás. Ni siquiera en contextos pontificios que se propusieron “descentralizar” la Iglesia, como el de Francisco, que dicho sea de paso, fue latinoamericano. Ahora imagínense con un papa Italiano, o sea, no existimos. Así que sí, ser papa, para un tico, es el santo grial.
5. El cónclave: si llegás, todavía estás lejísimos
Supongamos que un costarricense es nombrado cardenal. Aun así, competiría con decenas de cardenales de África, Asia, Europa y América Latina, muchos con décadas de influencia interna, diplomacia vaticana y vínculos con la Curia. En el cónclave, por si no lo sabían, se vota en la Capilla Sixtina para escoger el nuevo papa, donde se encierran a todos los cardenales del mundo, y se aislan del exterior, hasta que escojan papa. El cónclave es menos un retiro espiritual y más una elección política sofisticada, donde llegar a un consenso es muy difícil (de hecho Francisco logró el 80% de los votos, y esto no es común) y las alianzas significan demasiado.
6. La imagen: ¿qué representaría un Papa tico?
Una elección papal no es sólo una cuestión de fe: es un mensaje. Un Papa costarricense, en teoría, podría simbolizar la opción por la paz, por una Iglesia con rostro centroamericano, o por una espiritualidad sin grandes estructuras de poder, pero si nos vamos a las denuncias de abuso sexual, sacerdotes imputados por asesinatos, etc, nos daríamos cuenta de que Costa Rica, a nivel mundial, no representaría mucho. Y por eso, en la práctica, suena casi impensable tener un papa tico. La historia ha demostrado que el Vaticano no elige símbolos débiles, ni de países poco influyentes.
Entooooonces…..
No hay impedimento teológico ni jurídico que impida a un costarricense convertirse en Papa. El impedimento es estructural, geopolítico y cultural. A Costa Rica no le falta fe, le falta influencia. Y en la Iglesia, la fe mueve montañas, pero el poder mueve cardenales.